«La potente metáfora de este libro de José Antonio Fortuny. La vida convertida en un show…»
No es extraño que el vulgo grosero, dado que juzga del revés y evalúa todas las cosas a partir de la evidencia sensible más inmediata, resbale y se equivoque a cada paso, se sugestione con falsos simulacros del bien y del mal…»
Adagios del Poder y de la Guerra
(Erasmo de Rotterdam)
Vivimos en la época del simulacro, de las falsas evidencias con vocación engañosa de realidad, en la sociedad del espectáculo, como dijo en su día Guy Debord, el cual afirmaba que «El espectáculo no es un suplemento del mundo real, una decoración sobreañadida. Es el núcleo del irrealismo de la sociedad real».
La seducción sustituye a la convicción, la propaganda a la comunicación, la publicidad a la información. Sólo existe la realidad de las apariencias, hijas éstas de la ignorancia y el cálculo interesado. En un mundo así, en una «selva asfaltada», ¿qué papel juega la inocencia y la honestidad? ¿Es inteligente mantenerse íntegro? ¿Puede la honradez convertirse también en un espectáculo? ¿El dolor ajeno debe interferir en nuestra escalada hacia los mezquinos objetivos que nos animan? ¿Todo medio vale, si el fin nos satisface? Manipular o ser manipulado, ¿es esta la única alternativa?
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